Hermosa voz y corta vida
A nadie
le asombró, puesto que no era nada extraño ver a Janis quebrada en algún bar,
sudando a mares y desmayándose por efecto de alguna de las múltiples drogas que
tomaba. Sin embargo, esa noche en particular se dirigía a su departamento
abastecida de las más pura heroína que pudo conseguir, obsequio de un supuesto
amigo que jugó con ella al pool toda la tarde.
Abrió la puerta como pudo, arrojó su bolso al suelo, y se aproximó
al teléfono. Dos mensajes. Paul A. Rotchild, el productor del disco que grababa
en ese entonces (“Pearl”)
le recordaba que tenía que presentarse a registrar las voces para “Buried
Alive In The Blues”, el último tema que faltaba para completar el
disco. El tono en la voz de Rotchild se notaba agudo, como si intuyera la
catástrofe que estaba a punto de suceder, la misma que ya había soportado con
Jim Morrison y sus huérfanos Doors. Janis borró el
mensaje que había escuchado y el otro, que ni siquiera se molestó en
reproducir. De alguna manera, en ese momento pensó en su amigo John Lennon,
quién cumplía años cinco días después. Ya no lo recordaba, pero había grabado
un mensaje para saludarlo el 1 de agosto, aunque Lennon declaró luego que lo
recibió después que Janis muriera.
Abrió otra botella de whisky, encendió la televisión, y se acostó
para disminuir el mareo y la sensación de vértigo constante. Rayos
estrambóticos, divagantes, e impiadosos, le nublaban el entendimiento y la
confundían, justo como esa tarde de junio en 1967, cuando el público del Monterey Pop Festival la aplaudía de pie y la ovacionaba. Big
Brother & The Holding Company, su banda bautismal, pronto captó
la atención de toda la escena hippie de San Francisco, sobre todo de sus
famosos promotores: Bill Graham y Chet Helms. La sobresaliente actuación de
Janis en Monterey la catapultó hacia la cima, y con tan sólo 24 años. Luego,
como solista, salió de gira por todo el mundo, y compartió escenario con Jimi
Hendrix, The Who, Jefferson Airplane, Grateful Dead, y otras leyendas
contemporáneas. El fuego en las presentaciones de Janis pronto se trasladaron a
las ventas de discos, que alcanzaron cifras millonarias.
Kozmic Blues, Another Piece of
My Heart, Summertime, Son of a preacher man, Try (just a little bit harder), y por
sobre todo Ball and chain,son
claros ejemplos de la fuerza, el dolor, y la pasión de Janis por su arte. Nadie
en la historia cantó blues con tanta franqueza, ni siquiera sus creadores
negros. Es muy diferente sentir una letra a trasladarla a la vida propia. Como
Janis siempre decía: “me acuesto con 5.000 personas arriba del escenario, pero
cuando me voy a casa, siempre estoy sola”. La canción Little Girl Blue, por ejemplo, parece estar
grabada en el sótano de un psiquiátrico, bajo el efecto de todos los
antidepresivos posibles. Mas allá de su estrella y su carisma, Janis era
probablemente una de las personas mas tristes del planeta. Quizá era eso lo que
necesitaba para cantar blues. La voz de Janis provenía del alma, sin duda, ya
su cuerpo estaba muy deteriorado. Jamás en toda su vida perdió un ápice de
calidad en su voz, ni siquiera en las últimas grabaciones. Su espíritu y su
vocación eran mucho más fuertes que los excesos y el descontrol.
Esa fatídica noche, entonces, cocinó algo de heroína, se la inyectó como
pudo, y cinco minutos después, yacía muerta en el suelo de su habitación. Por
supuesto, como suele suceder en todas la muertes famosas, un velo de misterio
cubrió el final de Janis Joplin, ya que no se encontraron drogas ni jeringas en
el lugar, por lo que supuestamente “alguien” habría borrado las evidencias. De
cualquier manera, ese día el mundo perdió la voz incomparable de una verdadera
diva, la única que jamás uso maquillaje. Genial, irreverente, caótica,
talentosa, sensible, audaz, poderosa, alcohólica, graciosa, depresiva, amante,
puta, diosa, alma... miles de matices dentro de un pequeño cuerpo de una
pequeña niña de Texas que nos abandonó abruptamente, y nos dejó, a quienes
amamos la música, un vacío muy difícil de llenar.
Bobby McGee
Artículo enviado por Larvastar.
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